Las uvas de mesa de calidad se producen generalmente en climas cálidos y secos, con una temporada de crecimiento larga. Los inviernos deben ser lo bastante prolongados para asegurar un periodo de latencia, pero sin heladas tardías que amenacen a los brotes tiernos. Las características más importantes del suelo para este cultivo son un buen drenaje interno y una profundidad adecuada (de entre 75 cm y 1 m como mínimo), sin capas que puedan suponer una barrera (suelo de roca poco profundo y soleras químicas o físicas). Es recomendable evitar el cultivo de uvas en suelos arcillosos, porque el drenaje puede ser insuficiente y se puede acumular salinidad. Las vides son bastante tolerantes a distintos valores del pH del suelo, pero crecen especialmente bien con un pH ligeramente ácido.